El tiempo de eclipses nos trae la oportunidad de conectarnos con lo que está más allá de nuestra cotidianidad para adentrarnos en una dimensión plena de potencial y de posibilidades por descubrir. Hoy te invito a conectar con esta mágica danza entre el sol y la luna en la que la Tierra y por supuesto, nosotros, sus habitantes, estamos invitados.
Los eclipses vienen en parejas y ocurren uno seguido de otro en un periodo de aproximadamente 14 días. El pasado 7 de septiembre, tuvimos una luna de sangre, un eclipse lunar. Y durante este tipo de eclipse, se oscurece la luna porque ella está en su fase llena, iluminándose con la luz del Sol. La Tierra se interpone en medio, creando una sombra sobre la Luna. De esta forma, y vista desde la tierra, la luna se torna rojiza, por eso le llaman una luna de sangre. También, en los eclipses lunares podemos ver la luna presentándonos todas las fases por las que pasa en 28 días, en solo un par de horas.
En unos pocos días, el 21 de septiembre, tendremos un eclipse solar en el cual, el Sol es ocultado por la Luna. Esto suena muy simple, pero si nos detenemos a pensar que el Sol es casi 400 veces más grande que la Luna: ¿cómo es posible que ella lo pueda ocultar? La respuesta está en la precisión de los movimientos celestes y su maravillosa dinámica que crea condiciones tan increíbles como complejas. El secreto es que la Luna está unas 400 veces más cerca de la Tierra y en un momento específico, mágico y lleno de sentido, nuestro satélite se ubica frente al Sol y cubre su luz.
Pensemos por un momento que estamos viendo un espectáculo y todas luces están apuntando hacia un solo lugar, así que vamos a poder ver solamente aquello que está iluminado. Pero de repente, se apagan las luces y podemos ver todo lo demás que está ocurriendo a nuestro alrededor, otras partes del show de las que no éramos conscientes porque nuestra atención estaba puesta en el escenario.
Así mismo, durante el periodo de los eclipses, es como si desapareciera lo conocido, lo cercano, lo familiar, ya que nuestros luminares, el Sol y la Luna se ocultan. Esto nos puede llevar a momentos de tensión y confusión. Sin embargo, al mismo tiempo, si somos conscientes, podemos aprovechar puesto que se abre la puerta a lo desconocido. Entonces, se nos muestra el camino de la sombra que nos lleva a la luz, se empieza a manifestar lo latente y las semillas de nuestros talentos pueden empezar a germinar porque ahora las vemos. También, el viaje del alma tiene la oportunidad de actualizarse gracias a la posibilidad perceptiva que se presenta, a la apertura a lo trascendente y a la invitación a un mayor estado de conciencia que podemos aprovechar.
Vivimos en un universo inteligente. Es suficiente observar la naturaleza, sus transformaciones, sus ciclos, sus respuestas adaptativas y su diversidad, entre otros, para darnos cuenta de esta gran
Verdad. También, podemos notar cómo la Tierra danza alrededor del Sol, desplazándose, inclinándose y girando sobre sí misma. No necesitamos un satélite artificial con un telescopio apuntando a la Tierra para verlo, es suficiente con ver el tránsito del Sol en cada día, los cambios que ocurren y las estaciones con todo su despliegue para saberlo.
Las antiguas tradiciones del hinduismo y el budismo nos hablan de la red de Indra. Se describe como una red de hilos de seda, tejidos interconectados que se extiende hasta el infinito. Y en cada nudo hay una gema que refleja a todas las demás. Así que dentro de nosotros se refleja el universo entero, somos parte de su tejido, somos parte de esa interconexión, interdependencia y unidad. De manera que cuando miramos el cielo y los movimientos del cosmos, nos estamos mirando a nosotros mismos.
¡Feliz eclipse!
Olga Lucia Toro
Astróloga.
Psicóloga y Periodista, U. Sabana.
Master In Mental Health, FAU.
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Viajando en esta nave espacial que llamamos planeta Tierra, hemos recorrido las montañas escarpadas de Aries, las llanuras de Tauro, las copas de los árboles con géminis y ahora llegamos a un nuevo territorio. Uno que, aunque pienses que no tienes nada en común con el signo de cáncer, está presente en algún lugar de tu carta astral, indicando la presencia de esta energía en tu vida. Así que, no te escondas. Date la oportunidad de salir y explorar con nosotros el fascinante mundo de cáncer. Para ello, te invito a conocer los crustáceos, aquella especie animal que nos acerca a la comprensión de este signo lunar.
Existen miles de especies de cangrejos en todo el mundo, sin embargo, la mayoría de ellos viven cerca del agua. Los podemos hallar ocultos debajo de una piedra o en un hueco en la arena, cerca del mar. En cualquier caso, siempre los vamos a encontrar en un ambiente donde estén protegidos, ya que a pesar de que tienen un caparazón que les sirve de armadura exterior, su cuerpo es muy blando. Ellos tienen lo que se denomina un exoesqueleto, es decir, que, la parte que sostiene su cuerpo y le da soporte y estructura está en el exterior, mientras que los tejidos blandos están en el interior. Así que a medida que crecen, los cangrejos necesitan mudar su exoesqueleto viejo y mientras el nuevo va tomando consistencia, ellos se esconden hasta que su nueva armadura se endurece.
¿PARA QUÉ TE SIRVE TU EXOESQUELETO?
Esta cualidad de los crustáceos, nos habla del carácter introvertido de cáncer. También, nos permite entender la razón por la cual a la energía canceriana le resulta más fácil aislarse, o retirarse del mundo cuando se siente vulnerable o está pasando por una situación que disminuye su seguridad. Es una característica que puede ser muy positiva cuando se pone al servicio de la reflexión, para entrar en contacto con las propias emociones y para buscar el retorno al bienestar. También ofrece la posibilidad de hacer del hogar (su caparazón) el lugar adecuado para el autocuidado. Mientras, nos invita a ser conscientes acerca de las necesidades de nuestro cuerpo y a aprender a poner límites saludables como estrategias para nutrirnos, protegernos y cuidar de nosotros mismos.
LAS ANTENAS Y LA CAPACIDAD DE SENTIR
El hecho de que los cangrejos permanezcan siempre tan cerca de sus hogares, o inclusive como en el caso de los cangrejos ermitaños lleven su casa con ellos, nos habla de la capacidad de cáncer para centrarse en las necesidades de quienes forman parte de su hogar. Pero, a medida que la energía de cáncer se hace más sutil, va pasando de la mera preocupación por la seguridad material, los instintos básicos de protección y nutrición para con los suyos, a un nivel más expansivo. Así, se va haciendo consciente de la comunidad y percibe a la humanidad como su propia familia.
De esta forma, la sensibilidad representada por las antenas del cangrejo, que pueden percibir movimientos sutiles en su entorno, se convierte en una herramienta verdaderamente útil. Puede trabajar conscientemente con sus patrones familiares heredados y aprender a desarrollar una sana gestión emocional. Al conseguirlo, se puede convertir en alguien capaz de nutrir a los demás sin vaciarse a sí mismo, gracias a su capacidad de amor propio.
El 25 de junio la luna en su introversión canceriana estará ocultándose a nuestra mirada mientras camina cerca del sol. En esta oportunidad viene a enseñarnos que existe un lugar de pleno bienestar donde nos podemos sentir protegidos, cómodos, tranquilos y serenos. Que no necesitamos estar a la vista de los demás para estar bien. Y que ese lugar no depende de ninguna situación externa, sino que se encuentra en el tierno espacio de nuestro mundo interior.
Por su parte, el 10 de julio tendremos la presencia de la luna llena Cáncer. En esta ocasión, nos trae la siguiente idea, sobre la cual reflexionar: Todos tenemos un closet lleno de trajes, que tal vez cuidamos mucho para vernos bien. Sin embargo, y con frecuencia, olvidamos que solamente tenemos un cuerpo. Sí, uno solo. Y que este cuerpo es el templo del alma.
Entonces, reconocer la importancia de cuidar nuestro cuerpo es fundamental. Debemos nutrirlo adecuadamente a nivel físico, mental y emocional, dándole los mejores “materiales” con los cuales podamos construir el más hermoso templo, como lo merece nuestra alma.
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